La Gran Biblioteca de Alejandría
Introducción
No se conocen los detalles exactos de la existencia de la Biblioteca de Alejandría. Se conocen muy pocos datos de exactitud rigurosa que puedan ofrecer datos verídicos acerca de una de las 7 maravillas del mundo antiguo.
La Biblioteca de Alejandría se conoce a través de testimonios esporádicos y, a veces, contradictorios y dudosos, llenos de suposiciones, lo que hace muy difícil conseguir un relato histórico veraz que asegure la existencia y magnitud de esta antigüedad.
Lo que aquí ofreceremos será el relato de cómo debió ser la Gran Biblioteca de Alejandría.
Orígenes
Ptolomeo I Sóter encargó a su amigo Teofrasto encargarse de la educación del su heredero. Teofrasto rechaza la invitación y recomienda a Demetrio de Falera. Fue, precisamente, Demetrio quien sugiere a Ptolomeo I la construcción de un gran centro de investigación que se emplazara en una de las ciudades más importantes de la época: Alejandría. A este monumento se lo conocería como Museo, en honor a las musas que patrocinaban el arte.
No se conoce la fecha exacta en que se comenzó a construir la Biblioteca, pero se especula que fue sobre el año 290 a. C. Fue Ptolomeo II Filadelfio quien se encargó de terminar la obra comenzada por su antecesor, y quien logró el esplendor de este monumento.
Cabe recordar que no fue el primer templo dedicado a las artes y las ciencias. Medio siglo antes, se fundaron la Academia de Platón, el Liceo de Aristóteles y la Escuela de Epicuro. Sin embargo, lo que hizo florecer la leyenda de la Biblioteca de Alejandría, era el hecho de que se encontraba emplazado en un centro de intercambio comercial y cultural internacional.
Este museo estaba ubicado en un sector próximo al Palacio, lugar que más tarde recibiría el nombre de Brucheion. El edificio constaba de varias secciones dedicadas al conocimiento. La zona del Museo dedicado a la biblioteca acabó siendo lo más importante de toda la construcción y lo que llegó a modo de leyenda hasta nuestros días.
La dinastía Ptolemaica era de origen macedonio, por lo que eran amantes del saber, el conocimiento y el buen gusto. Esto hizo que dedicaran grandes esfuerzos en mantener en buen estado y en progresivo aumento esta institución.
La Biblioteca se construyó con la intención de reunir la colección de libros más completa de la época, desde libros internacionales hasta obras del Mediterráneo, Medio Oriente y la India que eran traducidas al griego.
El Museo y la Biblioteca se encontraba dividido en facultades, cada una dirigida por un sacerdote designado directamente por el rey. En estas facultades se estudiaban todo tipo de ciencias: literatura, matemáticas, astronomía, historia, física, medicina, filosofía, geografía, biología e ingeniería. De hecho, sus pasillos fueron recorridos por personalidades importantes a nivel científico, entre los que encontramos a Hiparco (trazó un mapa de constelaciones y clasificó las estrellas por su brillo parente), Euclides, Apologio de Perga (estudió las propiedades de las curvas; parábola, hipérbola y elipse), Arquímedes (geni ide la mecánica), entre otros.
Durante más de 500 años, esta institución fue el centro de observación y deducción en Matemáticas, Medicina, Astronomía y Geometría. También fue la cuna d emuchas disciplinas florecientes, como la trigonometría y la gramática.
No se conoce el número exacto de manuscritos que componían la colección de la Biblioteca, sin embargo se estima que rondaban los 700.000. Esto demuestra el deseo de los ptolemaicos de enriquecer la Biblioteca con tesoros del conocimiento y el saber de todas las ramas científicas. Era el mismo Ptolomeo III quien se encargaba de adquirir manuscritos originales, los cuales mandaba a copiar y devolvía las copias a sus dueños, quedándose con los originales. Tal fue la suerte de escritos de Eurípides, Esquilo y Sófocles, los cuales fueron copiados y los originales pasaron a formar parte de la colección de la Biblioteca.
En un principio, la Biblioteca se emplazaba cerca del Museo, sin embargo, con el aumento de sus colecciones obligó a construir un recinto adicional para albergar la creciente colección. Esta segunda Biblioteca se ubicó en el Templo de Serapis, alejada del Palacio. Con el tiempo, esta Biblioteca creció de tal manera que en el período romano se convirtío en un centro de estudios de gran actividad. En recientes excavaciones se han encontrado vestigios de su construcción. La construcción fue comenzada por Ptolomeo II Filadelfo y se terminó de construir en épocas del reinado de su hijo.
El cargo de director de la Biblioteca era uno de los más importantes de la época. Hasta tal punto, que el propio faraón era el encargado de designar al responsable. Generalmente, el elegido salía de entre las personas más prominentes en el mundo de la ciencia o la Literatura.
Directores
Zenódoto de Éfeso: Fue el primer director de la Biblioteca. Designado por Ptolomeo I alrededor del año 280 a.C.
Calimaco de Cirene: Sucesor de Zenódoto. Fue el director más famoso de la Biblioteca. Creador de un catálogo al que llamó Pinakes o Tablas, que consistía, básicamente, en un índice temático.
Apolonio de Rodas: Escritor de "El viaje de los Argonautas.
Eratóstenes de Cirene: Geógrafo y matemático estoico. Creador del "Esquema de los Grandes Anaqueles". Sucedió a Apolonio en el año 235.
Aristófanes de Bizancio: Estudioso de Homero. Rescató las Tablas de Calimaco.
Aristarco de Samotracia: Astrónomo y último director registrado de la Biblioteca. Asume el cargo en 180 a.C y fue destituído durante los problemas de sucesión entre 2 Ptolomeos.
El Incendio
El primer incendio ocurruió hacia el año 48 a. C. e involucró sólo a la Biblioteca principal. Según se sabe, en su afán por ayudar a su amante Cleopatra, el emperador romano Julio César incendió el barco en el que viajaba el hermano y esposo de su amante, Ptolomeo XIII. Este incendio tuvo como resultado la destrucción de 40.000 volúmenes que se encontraban cerca del puerto. En compensación por la pérdida, Marco Antonio brindó a Cleopatra 200.000 manuscritos de Pérgamo pertenecientes a la Biblioteca del rey Attalo.
En el siglo III d. C., el emperador Diocleciano, a causa de sus manías supersticiosas, mandó destruir todos los escritos relacionados con la alquimia. Años más tarde, sobre el año 390 d. C.k Teófilo ataca la biblioteca acompañado de una muchedumbre de fanáticos religiosos. El Serapeo (emplazamiento de la Biblioteca Hija) fue demolido por completo, y se construyó sobre sus cimientos un templo cristiano. Se cree que varios escritos pudieron ser salvados, incluso el sepulcro de Alejandro Magno. Lo que no se sabe con exactitud es dónde yacen estos tesoros. Se sospecha que fueron ocultados en el desierto de Libia.
Durante el siglo VI se produjeron, en Alejandría, violentas luchas entre cristianos y melquitas. Durante el año 619 los persas terminaron de destruir la ciudad ya en ruinas.
Si bien se creyó, en un principio, que la ciudad había sido destruida por el emir Amir ibn al-Ass, las fechas de su aparición son posteriores a la destrucción de la ciudad. Hoy en día, se sospecha que cuando el emir musulmán entró a Alejandría, no encontró más que ruinas y desolación.