Pan

Pan, el gran dios de la naturaleza salvaje y los pastores, reinaba sobre bosques, montañas y todos los espacios naturales no domesticados por el hombre. Con cuerpo de hombre desde la cintura hacia arriba y patas de cabra, cuernos curvos y una abundante barba, Pan personificaba la fuerza vital primitiva de la naturaleza. Hijo de Hermes y de una ninfa (según diferentes versiones), poseía una flauta de siete cañas con la que creaba melodías que podían encantar o aterrorizar.

Pan protegía a los pastores y sus rebaños, pero también era temido por su capacidad de inspirar el "pánico" (de ahí el término), un terror súbito e irracional que se apoderaba de viajeros solitarios en lugares apartados. Su sexualidad desenfrenada y su naturaleza caprichosa lo convertían en una figura ambivalente: benefactor de la fertilidad natural, pero también perseguidor incansable de ninfas y pastores. Su influencia se extendía sobre toda forma de vida silvestre y los instintos más primordiales del ser humano.

Mitos y leyendas

El mito más conocido narra su persecución amorosa de la ninfa Siringa, quien para escapar de él rogó a las divinidades fluviales que la transformaran en caña. Pan, desesperado, cortó varias cañas y creó su famosa flauta (siringa), con la que eternamente tocaba melodías melancólicas recordando su amor perdido. Durante las Guerras Médicas, Pan ayudó a los atenienses en la batalla de Maratón, sembrando el pánico entre las tropas persas con sus gritos sobrenaturales.