Xerxes I

Xerxes I: El Rey que Desafió a Grecia

Xerxes I (519-465 a.C.), conocido en persa como Khshayarsha, fue uno de los reyes más poderosos y controvertidos del Imperio Persa. Hijo y sucesor de Darío I El Grande, heredó no solo un vasto imperio sino también el sueño paterno de someter definitivamente a Grecia, empresa que marcaría tanto su reinado como su lugar en la historia.

Ascensión al trono

Ascendió al trono en el año 486 a.C. tras una breve disputa sucesoria con su hermano Artabazanes. Su legitimidad se basaba no solo en ser hijo de Darío, sino también en descender por línea materna de Ciro el Grande, fundador del imperio. Esta doble ascendencia real fue crucial para consolidar su autoridad sobre los diversos pueblos del imperio.

Primeras campañas

Los primeros años de su reinado estuvieron marcados por la necesidad de sofocar rebeliones en Egipto (486 a.C.) y Babilonia (484-482 a.C.). Estas revueltas, especialmente la babilónica, fueron reprimidas con una dureza inusual que contrastaba con la tradicional política de tolerancia persa. Xerxes destruyó los templos de Marduk y se llevó la estatua de oro del dios, rompiendo así con siglos de respeto hacia las tradiciones locales.

La gran expedición griega

La empresa más ambiciosa y conocida de Xerxes fue su campaña contra Grecia (480-479 a.C.), una operación militar de proporciones gigantescas. Según Heródoto, reunió un ejército de más de dos millones de hombres, aunque las cifras modernas estiman entre 200.000 y 300.000 combatientes. La expedición incluyó la construcción de un puente de barcos sobre el Helesponto y la excavación de un canal a través del monte Athos.

Victorias y derrota

Las victorias iniciales en las Termópilas, donde el rey espartano Leónidas y sus 300 guerreros fueron aniquilados, y la toma de Atenas, parecían confirmar la invencibilidad del poder persa. Sin embargo, la derrota naval en Salamina (480 a.C.) cambió el curso de la guerra. Xerxes, presenciando desde tierra la destrucción de su flota, comprendió que su sueño de conquista se desmoronaba.

Tras dejar a Mardonio al mando de las fuerzas terrestres, el rey regresó a Persépolis. La posterior derrota en Platea (479 a.C.) y la destrucción de los restos de la flota en Mícala sellaron el fracaso de la expedición griega, marcando el inicio del declive de la expansión persa hacia occidente.

Últimos años y obras

Los últimos años del reinado de Xerxes se caracterizaron por una creciente dedicación a los asuntos internos del imperio y a grandes proyectos arquitectónicos. Completó la construcción de Persépolis, iniciada por su padre, y emprendió ambiciosos programas de obras públicas que demostraban la riqueza y el poder del imperio, aunque también su alejamiento progresivo de los asuntos militares.

Muerte y legado

Su muerte en el año 465 a.C., a manos del comandante de la guardia Artabano, marcó el final de una era. Xerxes pasó a la historia no solo como el rey que fracasó en su intento de conquistar Grecia, sino también como el último gran emperador persa que intentó expandir significativamente las fronteras del imperio hacia occidente.

A pesar de la perspectiva negativa que la historiografía griega ofreció sobre su figura, los registros persas lo recuerdan como un rey poderoso y magnificente, constructor de maravillas arquitectónicas y mantenedor de la gloria imperial. Su reinado representa tanto la cúspide del poder persa como el momento en que este poder encontró sus límites definitivos en el mundo griego.