El 31 de agosto del año 12 d.C nacerÃa quien fuera uno de los más atroces mandatarios de Roma. Gaius Iulius Caesar Augustus Germanicus serÃa conocido como CalÃgula.
Nace en Antium (actual Porto D´Anzio), fue el tercer hijo de Agripina la Mayor y Germánico. Su padre fue un general muy querido por los romanos y fue adoptado por Tiberio.
Desde temprana edad solÃa acompañar a su padre en las expediciones militares a Germania. En dichas expediciones, solÃa calzar unas caligas (término legionario para las botas), por lo que los soldados le dieron el sobrenombre de CalÃgula.
A los 5 años se muda con su familia a Oriente, tras el triunfo de su padre en Roma. Dos años más tarde su padre fallece, por lo que vuelve con su familia a Italia.
Ya desde joven era propenso al vicio y a visitar prostÃbulos y tabernas. Su pasatiempo favorito era asistir a ejecuciones de condenados.
Desde pequeño fue mimado, lunático y caprichoso con problemas de conducta. Desarrolló una percepción distorsionada de la realidad a causa de crecer en un ambiente familiar cargado de pleitos, chismes, rencillas familiares y promiscuidad.
Las conspiraciones y ambiciones de poder de su madre y su abuela Antonia hacen que Tiberio las destierre a Pandataria acusadas de conspiración. Cuando Agripina, madre de CalÃgula, muere de inanición, Tiberio nombra a CalÃgula uno de sus herederos al trono.
Sin embargo, antes de heredar el trono, debió presentar señales alarmantes debido a su conducta, ya que el propio Tiberio dijo una vez: Educo a una serpiente para el Imperio. El comentario de Tiberio tuvo acierto, ya que al morir el emperador, y con el cuerpo aún caliente, CalÃgula arranca el anillo del dedo del emperador y se hace proclamar el nuevo César ante los presentes. Sin embargo, durante el juramento, Tiberio pide un vaso de agua, ante el terror y desconcierto de los presentes. Macro, ante la violenta situación, se abalanza sobre el cuerpo del moribundo y lo asfixia con una almohada.
CalÃgula era un hombre sin atractivo fÃsico, pero poseÃa un aspecto aterrador que acentuaba con sus continuos ensayos de muecas que utilizaba para asustar a quienes lo rodeaban.
Este sadismo se manifestaba a través de castigos y martirios fÃsicos realizados por el propio emperador.
Para festejar su ascenso al trono, a los 23 años, hizo sacrificar 160.000 animales. Esto inició un ascenso hacia el poder máximo. Inaugura su reinado ejerciendo una polÃtica de tolerancia, suspende los procesos de lesa majestad de Tiberio y vuelve a los comicios para elegir los magistrado suplantando, de esta manera, al Senado.
A principios de su reinado, el pueblo lo adoraba, ya que pregonaba su amor por los desfavorecidos y su odio hacia los ricos. Sin embargo, todo comienza a cambiar cuando gasta los tesoros que habÃa heredado de tiberio (unos 2.700 tercios) en menos de un año de reinado. Es por esto que aumenta los impuestos, entre lo que podemos destacar: canon por los alimentos, por los juicios, impuestos a los mozos de cuerda, cortesanos y todos aquellos que deseaban casarse.
Su trastorno mental lo llevarÃa a oficiar de mendigo, asegurando estar en la más absoluta ruina y pidiendo limosna en las calles romanas. Obligaba a la población más favorecida a testar a su favor, impartiendo el terror entre aquellos ricos que no osaban morir pronto. Confisca las propiedades de sus hermanas Julia y Agripina, acusándolas de conspirar contra él.
Sus ataques de epilepsia hacen que su estado mental empeore. Junto a su necesidad de pisar fÃsicamente monedas de oro con sus pies descalzos, se suman los delirios de persecución, quimeras relacionadas con el dinero y un odio enfermizo por los autores contemporáneos tales como Homero, Virgilio, Tito Livio, entre otros, de quienes ordenó destruir todas las obras (aunque no lo consiguió).
Es conocida, también, la pasión incestuosa que sentÃa por su hermana Julia Drusila a quien habÃa poseÃdo sexualmente cuando ambos eran muy jóvenes. A pesar de que ella habÃa sido casada con Lucio Casio Longino, CalÃgula comparte a su hermana y la convierte en su legÃtima esposa, justificando este proceder en las tradiciones egipcias, donde el matrimonio entre hermanos era considerado sagrado.
Durante una grave enfermedad, nombra a Julia Drusila como su heredera. Su amor hacia ella lo lleva a construir, en el Olimpo, una estatua de su propia persona como Dios principal y sienta a Drusila a su lado.
Cuando Drusila muere, CalÃgula impone un luto general en el imperio, castigando duramente a quien osara bañarse, reirse o actuar de forma distendida. Durante un tiempo huye de Roma, llegando a Siracusa. Cuando vuelve obliga a todos a jurar por la divinidad de Julia Drusila. Sume a la Roma de la época, en una teocracia en lo externo, incluyendo actos como el de acostarse con el resto de sus hermanas, las cuales eran, luego, entregadas a sus invitados y tratadas como prostitutas.
Entre las conductas indignas del Emperador CalÃgula, se encuentra la de poseer sexualmente a Livia Orestila, esposa de Pisón, la misma noche de su boda. Incluso durante los banquetes oficiales, gustaba examinar a las damas asistentes levantándoles los vestidos, escogiendo a alguna y abusar sexualmente de la elegida. Luego disfrutaba volviendo a la fiesta con evidencias del encuentro y deleitándose frente a los asistentes.
Tuvo varias esposas, entre las que podemos nombrar: Julia Drusila (su hermana y esposa), Junia Claudila 8quien fallecÃa durante su primera parto), las esposa de Pisón (a quien tomó como propia), Lolia Paulin y Cesonia. Esta última fue quien más le duró.
Cesonia poseÃa una personalidad libertina, lo cual exitaba sobremanera a CalÃgula y lo convertÃan en un mendigo de sus caricias. La conoce el dÃa en que ella (como persona al servicio del emperador) parÃa en palacio a una niña. Se encapricha inmediatamente con ambas. Nombra a la niña Drusila, en honor a su difunta esposa y hermana, y se proclama padre de la criatura y esposo de la madre de la misma. Ilusionada con su nuevo rol de padre, conduce a su esposa e hija a todos los templos de Roma, presentando a la niña a la diosa Minerva para que la dotara de saber y discreción.
Durante otro de sus arrebatos, CalÃgula nombra cónsula Incitatus (su caballo favorito), al que pone un pesebre de marfil y dota de servidumbre. otra de sus aficiones era la de llevar sus cuentas. Estas cuentas consisitÃan en redactar la lista de prisioneros que debÃan ser ejecutados cada diez dÃas. Las ejecuciones eran tan numerosas, que muchas veces no habÃa razón para el castigo. Tal fue el caso del poeta Aletto, que fue quemado vivo porque CalÃgula creyó ver faltas retóricas en unos versos compuestos a la gloria del Emperador.
Otra contabilidad que llevaba personalmente, era la de su propio prostÃbulo, el cual hizo construir dentro del palacio. A estas distracciones, se les sumaba el terror que causaba disfrazándose y maquillándose de manera siniestra.
Durante otro de sus arrebatos, hace traer al Júpiter OlÃmpico de Grecia, le arranca la cabeza y la sustituye por la propia. Luego erige un templo en honor a este nuevo dios (o sea, él mismo) y hace construir una nueva escultura. Esta vez, la escultura es de oro y cada dÃa era vestida como el propio CalÃgula lo que evidenciaba la naturaleza celestial del Emperador. En su propio Olimpo, y rayando en la locura, invitaba a la Luna (Selene) en su plenilunio a que se acostara con él.
A falta de inundaciones, terremotos o guerras, CalÃgula estaba convencido que debÃa suplir estos cataclismos si querÃa que su reinado se recordara más allá del tiempo. Es por esto que comete atrocidades inexplicables. En una de sus incursiones a Germania, y ante la ausencia de escaramuzas, hace que parte de sus legiones crucen al otro lado del Rhin. Una vez hubo dividido su ejército, se lanzó sobre los que habÃan cruzado el rÃo, venciéndolos sin piedad. Escribe a Roma anunciando su triunfo y quejándose que mientras él exponÃa su existencia luchando con el enemigo, el pueblo y el senado se divertÃan holgazaneando.
Tras gastar el tesoro imperial heredado por Tiberio y apropiarse del dinero de los ricos a quienes manda asesinar para quedarse con sus posesiones, CalÃgula es asesinado en su palacio por Casio Quereas (jefe de los pretorianos) mientras volvÃa a un espectáculo de circo luego de un descanso.
Quereas se vengaba, asÃ, del trato vejatorio que siempre le inflijió CalÃgula. Le asestó un hachazo en el cuello que no lo mató de inmediato. Ante los gritos del emperador, asistieron hasta 30 personas desenvainando sus espadas. Al ver al emperador abatido, se ensañaron en el trabajo de acabar definitivamente con la vida de éste. Luego fueron a por Cesonia, a quien también asesinaron, al igual que a su hija, quien fue estrellada contra un muro.
De este modo terminaba el imperio violento y sangriento de un loco que habÃa torturado a su pueblo durante 3 años y 10 meses.
La crueldad no tuvo lÃmites. Incluso después de su muerte, se encontró una lista de los destinados a las próximas ejecuciones, junto a gran cantidad de venenos destinados a las ejecuciones.
CalÃgula muere a la edad de 29 años, y fue borrado por el Senado de la lista de los emperadores de Roma por su malicia y despiadada actitud para con los demás.